Revisitación Las Bodas de Isabel 2013

Lori Needleman´s Pregón: 15 de febrero 2013

DSC_5270Mujeres y hombres de Teruel, gentes que llegáis de todos los puntos del Reino y aun de más lejos, en nombre de la Villa os doy la bienvenida a las Bodas de Isabel de Segura, para vivir de cerca la mayor historia de amor que jamás haya sido contada.

Y muchos de vosotros os preguntaréis ¿quién es esta extranjera que nos habla, si parece una persona normal y corriente, o como decimos en mi tierra “an ordinary person”?. Es cierto, soy una más, solo una más, pero no es verdad que sea extranjera. Quienes me conocen pueden pensar ¿Qué hace una chica de América en Teruel? Y es que en esta ciudad ocurren cosas tan mágicas que es difícil explicarlo.

Allá por el año 2000, cuando todos éramos trece años más jóvenes, yo trabajaba en lo que parecía el lugar más excitante del mundo. Sí, había ido a Los Ángeles persiguiendo mis sueños… Pero lo cierto es que, al llegar la noche, observaba que mis días no tenían demasiado sentido.

Un día, volando hacia Nueva York, me entretuve leyendo una de esas revistas que se encuentran en el bolsillo del asiento. Así fue como me topé con un artículo que hablaba sobre una localidad de España. Teruel, yo no sabía ni que existía. Describía que sus gentes conmemoraban cada año la trágica historia de dos desdichados enamorados.

Si algo tiene una chica de Hollywood es instinto para las buenas historias. Así que busqué toda información sobre ello: en librerías, en bibliotecas, en Internet… pero no logré descubrir mucho más, excepto que se trataba de una tradición oral y

escrita que había pasado de generación en generación. Alguien me dijo que había servido de inspiración a Bocaccio y, a través del Decamerón, al mismísimo Shakespeare para crear “Romeo y Julieta”. Podía ser un rumor, pero… ¿ocho siglos de rumor? Era lo suficientemente fuerte como para que quedara enganchada a la historia de los Amantes de Teruel.

En ese tiempo perdí a uno de los seres que más he amado, mi madre, y atravesé un momento muy difícil. Un buen amigo puso en mis manos un libro Man’s Search for Meaning (El Hombre en busca de Sentido), de Viktor Frankl. Todavía hoy resuenan en mi sus palabras: “La salvación del hombre es a través del amor, y en el amor”.

Frankl sostenía que la vida continúa teniendo sentido incluso en las situaciones de sufrimiento más inhumano o incluso ante la muerte. Como fue su caso en el campo de concentración al que sobrevivió con la única idea de que alguien le estaba esperando… Siempre existe un cómo, si existe un por qué, decía.

Y yo digo hoy: “Mientras existan dos personas que se aman, mientras exista un Diego, o una Isabel, siempre que haya alguien esperando, valdrá la pena el cómo o el hasta cuándo…”.

529556_10151426657479551_1632162652_nAl final conseguí contactar con la directora de la Fundación, con Raquel Esteban. Y en uno de mis viajes a Europa, decidí hacer escala en España para acercarme a conocer esta localidad y su gran historia. He de contaros que ahora recuerdo divertida lo que entonces fue toda una aventura: aterricé en Barcelona, tomé un tren a Zaragoza, otro más hasta Teruel y llegué de noche a una estación en la que no había taxis. Pero el jefe de estación tuvo la gentileza de acercarme hasta mi hotel, que estaba a la vuelta de la esquina. Allí conocí a Raquel y, en ese instante, estoy segura, sentí que el rumbo de mi vida cambiaba. Algo grande tiraba de mí hacia Teruel, algo más fuerte que yo misma.

La primera vez que pude disfrutar de Las Bodas fue en 2004, casi sin equipaje, pero con todo mi equipo fotográfico. Para quien ha vivido en Nueva York o Los Ángeles, resultaba fascinante caminar de haima en haima, disfrutar con una gente que me recibía con los brazos abiertos, como si la familia de Las Bodas me hubiera esperado durante siglos. Me sumergí, me hermané con los actores y directores, recorrí ese mercado aspirando su olor a queso, a jamón, a brasas… disfruté de la música y de las representaciones. No tenía la sensación de acabar de bajar de un avión, porque en realidad, acababa de realizar un viaje en el tiempo, hasta el siglo XIII.

Fue inolvidable, porque no es que unos actores hicieran teatro y las gentes se disfrazaran. No. Todo Teruel, en su totalidad, revivía durante tres días una historia que no puede contarse, sino que debe ser vivida.

He tenido la gran suerte de vivirlo directamente. No solo en los días grandes, también en los duros días previos. Por eso quiero recordar a quienes ponen toda su dedicación y su empeño, a los que estáis detrás y delante del escenario, valorar las muchas horas robadas a la vida familiar en esos largos ensayos al abrigo de las temperaturas turolenses. Me conmueve tanto vuestra ilusión, vuestra pasión y fuerza… también he sido testigo, aunque eso no se ve en las fotografías, de vuestros nervios, emociones y sufrimientos de quienes formáis la gran familia de Las Bodas. Todo ello no puede captarlo una foto, pero he de confesaros lo difícil que resulta enfocar con la cámara cuando tus ojos están empañados en lágrimas.

Cuando la Fundación me comunicó que este año quería a alguien de “casa”, para pregonar la Fiesta, comprendí el verdadero significado de “casa”, lo que nosotros traducimos por “home”, “hogar”. Y así me siento. Ahora, por fin en casa, rodeada de mi hogar, como una más en esta gran familia.

Bien, me he dejado llevar por la emoción y no he terminado la historia que comencé. Fue en el 2007, de nuevo en Teruel, cuando me emparejaron con un traductor, eso es lo que me dijeron, que él hablaba inglés y me acompañaría… También era fotógrafo, y así pasamos juntos cuatro días, fotografiando cada momento. Nos hicimos amigos, compartíamos la afición por la fotografía, por los viajes, la familia… y… éramos tan románticos… que estábamos hechos a medida.

Por ironías del destino, su nombre es Diego, y hoy es mi marido.

También tiene gracia que yo naciera un 4 de Julio, día de Santa Isabel, de modo que si hubiera nacido en Aragón, podrían haberme puesto ese nombre, y la historia sería perfecta.

Bien, solo quiero deciros que esta fiesta, esta tradición… me ha puesto en bandeja lo que siempre busqué: amor verdadero, un fuego, una casa, personas a las que amar. Soy muy afortunada.

Me gustaría leeros para terminar un poema que mi Diego me dedicó hace un tiempo,

Pacific 03 Diego Hernández Estopiñán

Pacific 03 Diego Hernández Estopiñán

Pacific by Diego Hernández Estopiñán

I leaped over an ocean I hardly knew to an unknown continent.
I traveled listening to the distant music and watching the tarmac of our first highway, 
always parallel to the breeze of your fingers among my fingers,
watching your lost certainty out of the corner of my eye.
I crossed a few bridges that both keep us apart, and yet, bound us to each other.
I listened to the quiet surge of your smile that always brought me to a standstill.
Barefoot, I walked on the sands and the pebbles, as well as mountains, 
still bewildered by your magical uncertainty.
Mesmerized by the chant of the lighthouse, I wanted to crash my vessel into the cliff,
so as never to set sail again.
Inadvertently, you hugged me into the peaceful waters of your reality.
Forty-three times, I would travel around your tiny little planet to gaze into the reflection of sundown into the deep blue of you.

 

Salté un océano que apenas conozco y un continente desconocido.
Viajé sobre el silencio de la música lejana y el asfalto de la primera autopista,
paralelo siempre a la brisa de tus dedos sobre los míos, y a tu alma de reojo.
Crucé también los puentes que nos unen y que nos separan.
Escuché el oleaje sereno de tu sonrisa paralizando mis pasos.
Caminé descalzo sobre las arenas y las piedras de tu mágica incertidumbre.
Ascendí a la montaña mientras dormías para verte despertar después del vino y de la bruma.
Hipnotizado por el canto del faro quise romper mi barco contra el acantilado para no partir más,
y sin darme cuenta, ya me habías abrazado y sumergido en las pacíficas aguas de tu existencia.
Moví mi silla cuarenta y tres veces sobre tu pequeño planeta para contemplar en un día los reflejos
del ocaso sobre el azul intenso de tu mirada.

 

Quizá fuera el destino quien me hizo encontrar un artículo sobre Teruel a siete mil kilómetros de distancia volando en un avión, pero saltar un océano, comenzar una nueva vida, marchar a la guerra, esperar cinco años…estos, son actos de la voluntad que poco tienen que ver con el destino y que sólo pueden ser motivados por el amor.

Cada uno de nosotros encontramos sentido a la vida de muy diferentes maneras. Unos a través del trabajo, otros de los amigos, de la familia… Durante cuatro años mi familia adoptiva aquí en España me ha abrazado y guiado a través de los muchos retos y dificultades que implica vivir en un país extranjero. Las gentes de Teruel me han arropado y me han dado la oportunidad de sentirme uno más entre ellos, oportunidad que espero poder devolver con gratitud algún día, aunque sólo sea a través de mis imágenes, o de mis artículos de viajes…

Gracias Teruel, Gracias Aragón, gracias a Las Bodas de Isabel, espero en justicia poder devolveros tanto amor como me habéis dado.

Abrazar a quien amáis, amarlo, amaros, nunca sabemos los retos a los que la vida nos puede enfrentar, ni cuando llegará nuestro tiempo. Amaros como única verdad y sentido de la vida.

¡Que viva el amor! ¡Que vivan por siempre Isabel y Diego! ¡Vivan los Amantes de Teruel!!!!

–Lori Needleman

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